Hay veces que me
siento morir. Morir de tristeza, morir de angustia, morir de alegría, morir de
ternura... morir de todo. Aún así, aferrada
a la vida, a su tibieza y muchas veces a su intrascendencia, porque sí, después
de tanto tiempo, las cosas suelen ser tan insignificantes.
No puedo evitarlo,
siento enojo y siento impotencia, cuando vivo y ¡qué cosas vivo!... la
violencia, la indiferencia, el egoísmo, la enajenación. Pero no, no por siempre
tristeza, porque yo sé y sé muy bien, que así como profunda puede ser mi
tristeza, profunda puede ser mi alegría, porque también reconozco y vivo la
sinceridad y la reciprocidad. Porque guardo esperanza para todxs y también la
guardo para mí.
En esos ojos claros
que reflejan la poca inocencia y al mismo tiempo la poca experiencia de tu
pequeño ser, me doy cuenta de que aún es largo nuestro andar, y me siento morir
de nuevo y quiero llorar... Pero no tengo miedo, ni del presente, ni del futuro
y lo que he sido ya no seré.
Hay veces que me
siento morir... y en mis lágrimas cabe el mundo entero.
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